Así
nació Alonso
Como
Alonso es mi primogénito, voy a contar esta historia primero, no es
mas importante ni mas linda que la de Piero... solo pasó primero.
No
era la primera vez que se me atrasaba la regla, generalmente se
ausentaba 1 o 2 días sin preocupaciones, teniendo en cuenta que yo
estaba tomando “las pastillas” desde hacía varios años atrás.
No era que no quisiera tener hijos, pero sentía que terminar la
universidad era mi prioridad en ese momento.
Algo
pasó, nunca supe si me olvidé de tomar una píldora, o Dios decidió
que fuéramos padres en ese momento, pero un buen día quedé
embarazada.
En
algún momento de Junio, empecé a sentirme muy extraña, me dolía
el pecho, solo podía pensar en comer pop corn todo el día, sentía
un poco de asco cuando algún olor a comida recién preparada llegaba
a mi nariz. Al principio no le tomé mucha importancia, pero esos
síntomas sumados a la falta del que nos visita cada mes... hacían
obvia la realidad: estaba embarazada.
Para
salir de dudas, un Domingo por la mañana Alfre y yo compramos un
test de embarazo de esos que venden en la farmacia. Dentro del test
viene un frasquito minúsculo que debes llenar, pero francamente con
los nervios del momento, deberían proporcionarte un balde. Hice
malabares para llenar el frasquito en el baño, luego metí el
papelito como decía las instrucciones y salí del baño. Había que
esperar unos minutos para revelar el resultado... unos 100,000
minutos masomenos... (contado en minutos-nervios).
La
cara de Alfre se tornó verdosa, luego amarilla, y así pasó por una
gama de colores hasta que logró decir unas palabras… no sé cuales
pero dijo algo.
Yo
por mi parte no lo podía creer, contaba los días, hacía cálculos
matemáticos – teniendo en cuenta que las matemáticas nunca fueron
mi fuerte- y no entendía como había ocurrido. Aunque era una buena
noticia, estábamos petrificados.
Estoy
segura que en algún momento él llegó a pensar que yo había dejado
de tomar los anticonceptivos a propósito para quedar embarazada,
pero nunca me lo dijo directamente. A veces los amigos te meten ideas
en la cabeza, historias que les han contado o les ha pasado, y te
hacen dudar. Este no era mi caso, ya que me faltaban 2 años para
terminar mi carrera y era muy importante para mi. (Dicho sea de paso,
la termino en 6 meses)
En
fin, el hecho es que íbamos a tener un bebé. Después de despertar
del desmayo emocional en el que nos encontrabamos tras el test
casero, nos dimos cuenta que era una maravillosa noticia.
Yo
quería que sea mujer, siempre quise tener una hijita, para vestirla
como muñeca y que fuera mi compañera de chismes y shopping. Alfre
quería que sea hombre, para que lo superase en las carreras y en las
maratones, o simplemente para que sea un gran deportista como él.
Esa
noche ninguno pudo dormir. Al día siguiente fuimos al doctor, para
que terminara de confirmar nuestras sospechas. Tenía 2 semanas de
embarazo. Teníamos 2 semanas de papás.
Los
primeros meses de mi embarazo los pasé tranquila. La gente me
asustaba con historias de náuseas, mareos, dolores de cabeza… Por
suerte yo nunca tuve nada de eso, solo un poco de asco a ciertos
olores, como la comida recién preparada.
Otros
olores me empezaron a facinar, como el de la gasolina, la cera, el
jabón… este último era el olor que más me gustaba, casi podía
morderlo en la ducha, pero nunca lo hice, supongo que debe ser algo
tóxico.
Las
ganas de comer pop corn se fueron con el tiempo, pero un hambre voraz
me atacó por sorpresa. Empecé a comer todo lo que no había comido
en una vida cuidándome con dietas. A los 4 meses ya había aumentado
8 kilos, y el doctor me dio un ultimatum: no podía seguir engordando
así, o terminaría con 25 kilos de más al finalizar el embarazo.
Fue
un duro golpe para mi hambre, ya que me prohibieron los carbohidratos
– fideos, arroz, pan, dulces – y sólo podía comer sano. La vida
era cruel con mi estómago.
Del
quinto al septimo mes no engordé mucho, pero el octavo y el noveno,
me excedí nuevamente. Al final sumé 16 kilos en todo mi embarazo,
lo cual no es excesivo, pero tampoco es lo mejor para mi salud. El
peso no es muy importante en este relato sino el hecho de tener una
persona miniatura dentro del vientre ... es una sensación
alusinante.
Al
noveno mes, casi 4 días después de la fecha esperada de parto,
empecé a sentir las primeras contracciones. Eran las 5 de la tarde,
por suerte era Domingo y Alfredo estaba conmigo. Le dije que sería
bueno que me llevara a la clinica por que tenia contracciones, y
cuando me estaba alistando, se me rompió la fuente. Esa era una
señal clara de que debíamos apurarnos.
Es
dificil de explicar la sensación del dolor de las contracciones, en
mi caso, eran como si un camión me atropellara por la cintura y
luego retrocediera y me volviera a pasar por el mismo sitio, una y
otra vez.
En la
clínica me dijeron que debía regresar a mi casa, ya que no había
dilatado nada, pero nosotros preferimos ir a la casa de mis suegros,
que vivían a dos cuadras de la clinica.
Debía
caminar durante horas por la sala de la casa de mis suegros, pero el
dolor era tan intenso que no podía soportarlo. Mi esposo y mi suegra
estaban tranquilos, pero mi suegro estaba desesperado, “lleven a
esa pobre chica a la clínica!” decía, y yo queria cada vez más a
ese señor cuando repetía esa frase, era el único que me entendía
en ese momento.
Cuando
regresamos a la clínica, el médico me dió otra mala noticia, el
caminar no había servido de nada, pues seguía sin dilatar. Me
dieron un cuarto, pero solo para que siguiera sufriendo en otro
ambiente. Es entonces cuando agarré a Alfredo del cuello de la
camisa y le ordené que pida que me hagan una cesarea (con voz de
exorcista debo confesar). Tras firmar unos papeles, el médico
accedió y en pocos minutos ya estaba en la sala de operaciones,
lista para recibir la epidural. Pero aún tenia las contracciones, y
estas eran cada vez mas fuertes y seguidas. Por desgracia, para poner
la epidural tienes que estar quieta , y con tremendo dolor, yo no
conseguía estarlo ni un segundo. Me tuvieron que agarrar entre
varias enfermeras para dejarme inmovilizada por unos segundos para
recibir la anestesia epidural.
Es
mentira que la cesarea no duele. A mi me dolió muchisismo. Además,
no dejaron entrar a mi esposo por que según ellos, yo estaba muy
nerviosa y no era conveniente que el esté ahi conmigo.
Para
rematar mi mala suerte, no me enseñaron a mi hijo al nacer, solo lo
sacaron y me durmieron inmediatamente con una intravenosa. Yo no
conocí a mi hijo hasta la mañana siguiente.
El
momento en que conocí a mi hijo es también indescriptible, nunca
pensé que se podría sentir tanto amor, tanta emoción y a la vez
temor, temor a la responsabilidad que conlleva tener a una criatura
indefensa a tu total cuidado. No me sentía capaz de criar a un hijo,
pero esa sensación duró pocos minutos, por que en el momento en el
que me lo pusieron en los brazos, supe que todo estaría bien. Era mi
hijito, mi bebé hermoso, estaba enamorada... tan paracido a su papi,
tan parecido a mi, tan único...
(coming soon : cómo nació Piero )